En su nuevo libro Del Legado de Chávez al Desastre de Maduro
(2014, Libros Marcados), José Guerra describe cómo la ilusión de prosperidad y
desarrollo que desató el reciente boom petrolero fue mutando hasta convertirse
en una crisis que amenaza con sumergir en la pobreza a miles de venezolanos y
evaporar la capacidad de compra de la clase media.
Con la experiencia de un recorrido que incluye el cargo de
gerente de estudios económicos del Banco Central de Venezuela, coganador del
Premio Nacional de Economía Ernesto Peltzer, ex director de la Escuela de
Economía de la Universidad Central de Venezuela y un posgrado en la Universidad
de Illinois, analiza qué puede ocurrir tras lo que no duda en calificar como
“un fracaso espectacular”.
En su libro usted sintetiza lo que llama el desastre de Maduro
como el conjunto de recesión, inflación, escasez y pérdida de reservas
internacionales. ¿En rigor esto obedece al legado de Hugo Chávez o ya puede
hablarse de errores propios en la política económica del Presidente?
Las dos cosas. Es evidente que Hugo Chávez fue quien instauró el
modelo, pero también hay mucho de Nicolás Maduro en este resultado, porque son
dos años en el poder. Hay que tomar en cuenta que en realidad Maduro es
presidente desde diciembre de 2012, cuando Chávez tiene que irse a Cuba por la
enfermedad que padecía.
La principal responsabilidad del actual Presidente es por
impericia y falta de decisión. Nicolás Maduro es un hombre dubitativo,
vacilante. Tenemos un gabinete económico desarticulado, con cuatro
vicepresidentes de Economía en dos años, ministros que duran cuatro o cinco
meses… así ninguna política económica puede funcionar.
¿Observa similitud con el expresidente Luis Herrera, quien no
tomó decisiones a tiempo y cuando el desequilibrio económico se hizo
inmanejable tuvo que anunciar la devaluación en lo que hoy se recuerda como el
“Viernes Negro” de 1983?
Luis Herrera era un hombre formado. Nicolás Maduro un hombre
elemental. Sin embargo, ambos comparten el elemento de la indecisión y un error
grave: no querer tocar el bolívar. Piensan que dejar un tipo de cambio
sobrevaluado a 6,30 bolívares en el caso de Maduro y a 4,30 bolívares en el
caso de Luis Herrera iba a disminuir la inflación. Y eso no es verdad.
Al final de este camino, lo que espera es un problema de balanza
de pagos por la pérdida de reservas internacionales que, a su vez, obliga a una
macrodevaluación porque el desequilibrio acumulado es muy grande.
El Gobierno recibe pocos bolívares porque vende una porción muy
importante de los dólares a 6,30 bolívares. Ésta es una de las causas del
desequilibrio que tienen las cuentas públicas. Incluso, la brecha entre
ingresos y gastos se calcula en 18% del PIB. ¿Se resuelve este problema con las
modificaciones en materia de impuestos que anunció Maduro y el recorte de
gastos suntuarios?
Sin un ajuste cambiario y sin aumentar el precio de la gasolina
no hay manera de cerrar la brecha fiscal. Tendrías que extraerle muchos
recursos a la economía a través de impuestos y profundizarías la recesión.
Dicho esto, hay que señalar que las leyes aprobadas recientemente con el
mecanismo habilitante son una muestra de contradicción. En el caso de las
comunas y el banco para la clase obrera, por ejemplo, son políticas expansivas
de gasto pero, a la vez, se anuncia un recorte. Un paso adelante y otro atrás.
No conozco a ningún gobierno que en un año electoral como 2015 recorte el
gasto.
¿Y cómo piensa que Nicolás Maduro va a financiar este gasto en
2015?
Con una devaluación que puede ser anunciada o encubierta. Por
ejemplo, pasando sectores que reciben dólares a la tasa de 6,30 bolívares del
CENCOEX al SICAD. O con impresión de dinero. En marzo pasado, Rafael Ramírez
dijo que se iba a detener la impresión de dinero para financiar a PDVSA, pero
ha continuado creciendo porque no tienen cómo cubrir el gasto. Y menos ahora
que el petróleo está cayendo.
Todo indica que el Gobierno también está evaluando otro tipo de
salida, como obtener recursos a través de la venta de Citgo, aumentar la deuda
con China y vender facturas por cobrar a países que están en el convenio de
Petrocaribe. ¿Esto no permitiría ganar tiempo y esperar un rebote del petróleo?
Es posible. Y entonces estaríamos en el escenario de 1982. Ese
año Luis Herrera utilizó las divisas que quedaban en el Fondo de Inversiones de
Venezuela, que equivalían aproximadamente a 25 mil millones de ahora, para aumentar
las reservas. Las quemaron todas repartiendo dólares a 4,30 bolívares y en
febrero de 1983 tuvo que devaluar. El ajuste es inevitable. Sería una gran
irresponsabilidad vender activos como Citgo para comprar tiempo, para que
luego, cuando la crisis sea mayor, termines devaluando de todas formas.
¿El problema de sobrevaluación se soluciona llevando el tipo de
cambio al nivel de equilibrio que se calcula en 35 bolívares por dólar?
¿Bastaría eso para que la economía inicie una fase de expansión?
No haces nada si unificas el tipo de cambio, que es lo que hay
que hacer, y lo pones en 35 bolívares sin eliminar el control de cambio o sin
lanzar un programa económico integral, que incluya un financiamiento externo
que respalde la confianza y la credibilidad. Además, hay que advertir que la
unificación cambiaria tendría efectos inflacionarios: es cierto que muchos
productos están marcados al precio del dólar paralelo, pero un conjunto de
alimentos que tienen gran peso en la inflación no lo están. Así que habría un
impacto inflacionario significativo, como en 1989.
En 1989 Carlos Andrés Pérez gana las elecciones y encuentra un
control de cambio colapsado, pocas reservas líquidas, deuda con importadores,
controles de precios y escasez. Aplica un programa económico integral que
fracasa por distintas fallas, entre ellas la falta de una estrategia de
comunicación. ¿Puede Maduro aprender de los errores de 1989 y aplicar el ajuste
que requiere el país?
Lo único que ha aprendido Maduro en estos años es el temor al
costo político. Está atrapado por una izquierda cavernícola que piensa que se
puede dirigir la economía con controles y es capaz de ir a una economía más
estatizada antes que dar un viraje. Para un cambio de rumbo se necesitaría una
caída sostenida del precio del petróleo o que alguien lo convenza. Y el único
que puede hacerlo es Fidel Castro.
¿Crees que Fidel Castro lo convencería de aplicar un programa de
apertura económica?
Para Fidel Castro es muy importante que Venezuela sobreviva. Y
es capaz de hacer cualquier cosa, incluso en contra de su ideología.
En su libro hace una estimación que coloca la pobreza en 33% al
cierre de este año. ¿Podría explicar en qué se basa esta proyección?
Si tomas en cuenta el retroceso de la economía y la elevada
inflación, que son dos variables que influyen en la pobreza, no es difícil
concluir que va a estar en ese rango. E incluso puede ser más alta, porque este
libro lo escribí en julio. Es ahora cuando vemos una gran aceleración en la
inflación de alimentos, mientras que la recesión arrecia. Visto así, estamos
regresando a los niveles de 1999. Perdimos todo el boom petrolero: la pobreza
debe estar en torno a un 40%. Por eso bastó que el petróleo bajara un poco para
que rebotara la pobreza. Esto lo que indica es que las políticas para
disminuirla no deben ser sólo asistenciales, sino que se necesita más
emprendimiento y una economía que crezca de manera sostenida.
El Gobierno podría argumentar que, como ha mantenido el empleo y
además aumentó el salario mínimo y cuenta con programas como Mercal, entonces
la pobreza no debería aumentar mucho.
La variable que permite que se mantenga el empleo es la caída
del salario real, que es el que cuenta. La tasa a la que aumentan los precios
es mayor al incremento del salario y el poder adquisitivo ha caído por lo menos
15% este año. En última instancia, Hugo Chávez repartió bienes, poder de
compra… pero Maduro repartió billetes que valen menos por la inflación.
¿Cómo cree que la historia va a reflejar el Socialismo del Siglo
XXI?
Como una gran decepción. Como un intento por redimir al pueblo
venezolano, pero que acabó en un fracaso espectacular, como todos los
socialismos. Va a ser recordado como una gran tontería que desperdició un gran
boom petrolero.
En su libro incluye una propuesta de plan económico para
Venezuela. Afirma que fue un error utilizar el tipo de cambio fijo para
controlar la inflación y propone un tipo de cambio competitivo. Históricamente
esto ha sido criticado, en el sentido de que se trataría de mantener una moneda
devaluada para ayudar a exportar a sectores ineficientes.
La historia económica universal es contundente en cuanto a que
los países que mantienen tipos de cambio fijo en un cuadro de alta inflación
comienzan a perder la diversificación, acaban con el sector transable y se
especializan en unos pocos productos, convirtiéndose en importadores. Los
países que se han diversificado lo han hecho sobre la base de una moneda
competitiva, que abarata los costos de tus bienes exportables. Eso no es
suficiente, porque si fuese sólo eso tendrías que aceptar que vas a tener
salarios bajos toda la vida. Por eso tiene que acompañarse con políticas de
oferta que promuevan la capacitación de la mano de obra, creación de
infraestructura.
Ha publicado varios trabajos sobre el tema del endeudamiento. El
riesgo país está en 20 puntos y el acceso al financiamiento externo se está
cerrando. ¿Cree que puede llegar el momento en que no se pueda pagar la deuda
por la imposibilidad de emitir nuevos bonos?
Ése es el reto del próximo año: se vencen 11 mil 200 millones de
dólares y en este momento no hay cómo pagarlos. A menos que sacrifiques
fuertemente las reservas internacionales y vendas parte del oro. Con el precio
actual del barril de petróleo, las exportaciones petroleras aportarían 45 mil
millones de dólares y son necesarios 30 mil millones para cubrir importaciones.
Eso lo que me dice es que va a haber algún tipo de renegociación de la deuda.
Entonces, ¿es inevitable el cuadro de alta inflación y recesión
en 2015?
Si se revisa la historia de Venezuela, cada vez que el petróleo
ha caído de una manera importante hay una recesión. Y la inflación de tres
dígitos es muy probable porque el Gobierno va a recurrir a la devaluación… o a
la impresión de dinero para financiarse.
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